SANTA MARÍA DE LA ENCINA (último
sábado de agosto)
Definir lo que es La Encina para cualquier hijo de Carriches se nos antoja una tarea ineficaz, pues tal concepto raya lo sobrenatural como si de un misterio se tratase. “Encina” es el nombre de la Madre de Dios en Carriches y es esa madre generosa por antonomasia a la que siempre se acude en demanda de auxilio en los momentos más difíciles de la vida: enfermedades y accidentes personales, epidemias, sequías, hambrunas... y Ella, como cantamos en su hermoso himno, siempre es: "la Luz que alumbra el caminar, por los senderos de la triste vida..." “esperanza de este pueblo que en tu amor confía, y te aclama lleno de fervor".
Tradicionalmente el origen de la devoción a Santa María de la Encina está vinculada a nuestra más antigua tradición: siendo un monte de encinas el paraje donde radica la ermita, sobre una encina se apareció la Virgen a un pastor que por allí estaba con su rebaño. Si bien la ermita levantada en su honor en los alcores del Cerco se documenta a mediados del siglo XVI, las referencias a esta advocación mariana se multiplican desde los inicios de esa centuria.
En efecto, un porcentaje muy alto
de las mandas testamentarias otorgadas en el último tercio del siglo XVI deja
constancia, de manera fehaciente, del intenso fervor que despierta Ntra. Sra.
de la Encina en todos los estratos de la sociedad carrichana. Veamos a título
de ejemplo la disposición hecha en septiembre de 1591 por Atanasio Pérez: “Mando
que se digan dos misas en Ntra. Sra. de la Encina”.
Las indulgencias y beneficios espirituales concedidos a los devotos de La Encina, además de las romerías anuales en su honor por los llamados “votos”, contribuyen a intensificar el fenómeno: una auténtica eclosión de religiosidad popular. "Es santuario de mucha devoción" según nos relata el visitador eclesiástico en el año 1660.
Los donativos particulares refrendan la vitalidad de la devoción del vecindario local y comarcal a la imagen de Ntra. Sra. de la Encina como lo prueban las decenas de tierras, joyas, exvotos que se entregaban a las rentas de la ermita de la Virgen.
Las fuentes documentales constatan la existencia de una pujante mayordomía que celebraba la fiesta de la titular el 8 de septiembre con solemne función y procesión por los alrededores de su ermita.
En la actualidad, todos los carrichanos se dan cita cada 15 de agosto para ver como la Señora abandona su trono en la ermita del Cerco, para cobijarse entre sus hijos, cerca del corazón; en el corazón de su pueblo.
Allí, en la iglesia, pasará los días de la novena hasta que llegue su fiesta, el 8 de septiembre (aunque hace ya muchos años se desplaza al último sábado del mes de agosto) para homenajearla. La ofrenda de flores en la víspera, recoge todos los sentimientos del carrichano al dedicar a su Encina las más preciosas y olorosas flores. En su día grande se la dedica una Solemne Eucaristía, a la que acuden los sacerdotes de todos los pueblos del entorno, seguida de su tradicional procesión por las calles del pueblo.
Emotivo y lleno de cariño es el
Canto de la Salve, en la tarde de su fiesta, recogimiento y oración en torno a
la imagen, para besar su estampa.
Y es que, por unos días, Carriches y su Virgen de la Encina se vuelcan en ser tradición viva, y referente festivo de nuestra comarca.
Definir lo que es La Encina para cualquier hijo de Carriches se nos antoja una tarea ineficaz, pues tal concepto raya lo sobrenatural como si de un misterio se tratase. “Encina” es el nombre de la Madre de Dios en Carriches y es esa madre generosa por antonomasia a la que siempre se acude en demanda de auxilio en los momentos más difíciles de la vida: enfermedades y accidentes personales, epidemias, sequías, hambrunas... y Ella, como cantamos en su hermoso himno, siempre es: "la Luz que alumbra el caminar, por los senderos de la triste vida..." “esperanza de este pueblo que en tu amor confía, y te aclama lleno de fervor".
Tradicionalmente el origen de la devoción a Santa María de la Encina está vinculada a nuestra más antigua tradición: siendo un monte de encinas el paraje donde radica la ermita, sobre una encina se apareció la Virgen a un pastor que por allí estaba con su rebaño. Si bien la ermita levantada en su honor en los alcores del Cerco se documenta a mediados del siglo XVI, las referencias a esta advocación mariana se multiplican desde los inicios de esa centuria.
Las indulgencias y beneficios espirituales concedidos a los devotos de La Encina, además de las romerías anuales en su honor por los llamados “votos”, contribuyen a intensificar el fenómeno: una auténtica eclosión de religiosidad popular. "Es santuario de mucha devoción" según nos relata el visitador eclesiástico en el año 1660.
Los donativos particulares refrendan la vitalidad de la devoción del vecindario local y comarcal a la imagen de Ntra. Sra. de la Encina como lo prueban las decenas de tierras, joyas, exvotos que se entregaban a las rentas de la ermita de la Virgen.
Las fuentes documentales constatan la existencia de una pujante mayordomía que celebraba la fiesta de la titular el 8 de septiembre con solemne función y procesión por los alrededores de su ermita.
En la actualidad, todos los carrichanos se dan cita cada 15 de agosto para ver como la Señora abandona su trono en la ermita del Cerco, para cobijarse entre sus hijos, cerca del corazón; en el corazón de su pueblo.
Allí, en la iglesia, pasará los días de la novena hasta que llegue su fiesta, el 8 de septiembre (aunque hace ya muchos años se desplaza al último sábado del mes de agosto) para homenajearla. La ofrenda de flores en la víspera, recoge todos los sentimientos del carrichano al dedicar a su Encina las más preciosas y olorosas flores. En su día grande se la dedica una Solemne Eucaristía, a la que acuden los sacerdotes de todos los pueblos del entorno, seguida de su tradicional procesión por las calles del pueblo.
Y es que, por unos días, Carriches y su Virgen de la Encina se vuelcan en ser tradición viva, y referente festivo de nuestra comarca.
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