La ermita de la Virgen de la
Encina, construida entre 1712 y 1732, de una sola nave, planta rectangular
sin ábside, con entrada a los pies a través de una puerta rematada con un arco
de medio punto. Está construida con fábrica de ladrillo, culminando el
paramento con un alero formado por hiladas de ladrillo escalonadas y con un
campanil de ladrillo de un solo hueco, rematado por un frontón triangular.
En
ella se venera la sagrada imagen de Santa
María de la Encina, Patona,
Señora y Alcaldesa perpetua de Carriches, centro de peregrinación continua (no
hay ni un solo día que no tenga la visita de hijos e hijas de este pueblo,
desde el alba a la puesta de sol, cada cual en su momento). Centro de la
devoción que todos los encineros compartimos, sentimos y transmitimos,
generación tras generación.
Conserva un retablo barroco,
encargado al talaverano Blas Hernández en 1739, quien recibió 2.050 reales por
su ejecución y traslado.
Posteriormente, se contrató la
obra del dorado y policromado de todo el retablo, encargada al maestro dorador
Gregorio Rodríguez, vecino de La Puebla de Montalbán, que recibió 2.350 reales.
Se trata de un retablo pequeño,
obra barroca influenciada por el arte de los Churriguera y compuesto arquitectónicamente
por un doble banco o predela, de un solo cuerpo con 3 calles y un ático o
remate.
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