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domingo, 1 de noviembre de 2020

NOCHE DE CLAMORES EN CARRICHES (TOLEDO)

 

Cuando el frío ha llegado de repente a nuestras vidas, a los pocos días de que la Señora del Encinar carrichano haya subido hasta su retiro invernal en su ermita, junto al cementerio, se destapa el mes de noviembre, señalado desde tiempo inmemorial para el recuerdo de los difuntos.

Evocaremos la memoria del pasado, de los miedos y silencios terroríficos; clamores de campanas anunciando la noche oscura de los Santos, noche de finados, a la sombra de la oscilante luz de una vela. En definitiva: la muerte se nos presenta en el recuerdo a los difuntos.

Este artículo que ahora os presento es una mínima parte de un extenso estudio que vengo realizando desde hace varios años en la Villa de Carriches. Y aunque el tema no sea de lo más interesante en un principio, la infinita documentación existente en los archivos llevó a preguntarme por aquello que ha ocupado al ser humano de todos los tiempos: la angustia de la muerte.

Pero que nadie se asuste; sólo pretendo recoger la repercusión que esta realidad ha configurado en la vida de este pueblo durante muchos siglos: comportamientos, ritos, tradiciones… Cada pueblo, ante la propia razón de la muerte, común para todo ser viviente, va formando unas prácticas y unas acciones que, con el tiempo, pertenecerán a su propia cultura.

Para ello he preguntado a los carrichanos qué prácticas perviven en su memoria, intentando rebuscar entre la documentación histórica su propia confirmación. De este material se ha podido descubrir una realidad socio-cultural que nos hará entender las diferentes épocas y sus correspondientes tradiciones.

También os mostraré las aspiraciones que permitirán conocer cómo la muerte era una realidad natural entre los vecinos de Carriches. Se analizarán los ritos reunidos a lo largo de la historia y las creencias para prepararse a bien morir; los ritos funerarios y el recuerdo permanente de los difuntos; las ideas fundamentales que surgieron a través de la Cofradía de Ánimas de Carriches en cuanto a su memoria solidaria.

Con la aportación de significativos testamentos de diferentes siglos (XVI, XVII, XVIII y XIX) y de las Constituciones de Ánimas conoceremos de primera mano las principales referencias documentales que se aportan.

Pero, como adelanto, os presento una pequeña parte del mismo, sobre los toques de campanas, tan tradicionales en estos días.


Los toques de campanas siempre han estado unidos al tema de la muerte. Era el verdadero sonido de la muerte, el que se difundía desde las torres de campanas de las parroquias.

El toque de Ánimas avisaba a los vecinos de que tenían que rezar alguna oración para salvar las almas de los fieles difuntos del Purgatorio. Pero no sólo ese era su significado: las campanas marcaban el proceso mortuorio, desde la agonía, al entierro, y después los funerales.

Esta costumbre, regulada por las Constituciones Sinodales del arzobispado, mandaba dar cuatro clamores y no más: “el uno cuando avisan de la muerte, el segundo cuando sale la Cruz y los clérigos por el difunto, el tercero cuando entrare el cuerpo en la iglesia y el cuarto cuando dicen el responso para ponerle en la sepultura”.

Hubo épocas en las que el tañido duraba toda la noche, la “noche de clamores” en la noche de finados, o cuando el fallecido era un hermano cofrade de Ánimas.

Pero esto es ya otra historia…


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